Los peculiares hábitos reproductores del cuco, basados en el
parasitismo, constituyen, sin duda, la principal seña de identidad de
este pájaro migrador e insectívoro, cuya dieta se basa en el consumo de
larvas de diferentes lepidópteros. Más de un centenar de especies de
pequeñas y medianas aves insectívoras pueden llegar a ser víctimas del
sorprendente comportamiento parásito de este popular cucúlido.
Ningún canto de ave es tan
conocido ni tan impacientemente esperado como el del Cuco Común. También
es verdad que pocos son tan fáciles de recordar como el sonoro «cu-cu»
que anuncia la llegada de la primavera.
El Cuco Común está distribuido prácticamente por todo
el país. Los adultos parten hacia África, donde pasarán el invierno, una
vez realizada la puesta en julio: cada huevo es abandonado entonces a su
suerte en el nido de un anfitrión involuntario. Los jóvenes marchan más
tarde, en agosto-septiembre, sin ser guiados por sus padres, a los que
no conocieron nunca. Por otra parte, el cuco emigra de noche y
aisladamente. Existe, pues, de forma cierta en este caso, un sentido
innato de navegación, que permite a los jóvenes encontrar el rumbo de
sus cuarteles de invierno. Se desplazan hacia el sudoeste, en un largo
viaje en solitario que les lleva, tras cruzar el Sahara, hasta los
bosques ecuatoriales, donde hallan por fin el refugio invernal de su
especie.
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