Presente en casi todos los ríos y humedales de la Península hasta hace
relativamente poco tiempo, el martín pescador es una de las especies más
damnificadas por el deterioro experimentado por las aguas dulces de
nuestro país durante las últimas décadas.
De espectacular plumaje y vuelo rapidísimo, este coraciforme necesita
taludes arenosos para excavar su nido, así como una abundante población
de pequeños peces, larvas de insectos acuáticos y anfibios para
alimentarse.
El martín pescador es un ave de pequeño tamaño y aspecto compacto, que
se caracteriza por poseer uno de los más vistosos plumajes de nuestra
fauna. Dominan en su librea los colores azules y verdosos (brillantes y
metálicos) en las regiones dorsales y los anaranjados en las ventrales.
En la cabeza del ave —que parece desproporcionadamente grande para su
tamaño— llama la atención un larguísimo y cónico pico de color negro.
Su pico en puñal, de temibles proporciones, alarga su
rechoncha figura. Con un poco de paciencia, podrá vérsele sumergirse
vigorosamente bajo el agua, con el pico apuntando a algún pececillo;
luego vuelve rápidamente a su posadero, una rama de sauce o caña de
carrizo. Entonces se puede descubrir el lugar donde se encuentra su
pollada, a la que se apresura a llevar el producto de su pesca si no la
ha engullido de un trago. El nido está excavado en una orilla blanda de
los arroyos.
Ambos sexos excavan un agujero de 50 cm. a un metro de largo, forrado
débilmente con espinas de peces; entrada descubierta a menudo por
depósito blanco de deyecciones; puesta, de abril a agosto, de 6 a 7
huevos blanco lustroso, casi redondos; incubación, de unos 20 días, por
ambos padres; los pollos, alimentados por la pareja, vuelan tras unos 23
a 27 días; dos crías.
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