Los primeros restos humanos catalogados de la época prehistórica (VI milenio a.C.) están ubicados en el corazón de la sierra, próximos a la Nava de San Pedro, localizados en un pequeño abrigo de roca del valle de Valdecuevas, situada al final del riachuelo de su mismo nombre, en un espolón sobre el arroyo, en la sierra del Pozo, no muy lejos del río Guadalentín. Pudiendo tratarse de un campamento ocasional de pastores o cazadores del neolítico.
Con nueve manantiales en un radio de unos 4 km. y próxima al manadero del Segura, en Fuente Segura (Pontones), se halla la Cueva del Nacimiento en la cual se han encontrado restos de ocupación humana, donde una comunidad del paleolítico superior y mas tarde del neolítico, vivían de la caza de los animales que había en su entorno: rebeco, ciervo, corzo, jabalí y cabra montés.
Se tiene probada evidencia de la presencia en la sierra, concretamente en las faldas orientales de la sierra, de grupos de pastores neolíticos que recorrían estos parajes, cobijándose en covachas y abrigos de la zona. Dejando en muchas de ellas vestigios de su paso a través de pinturas rupestres como las que he podido documentar en la Cueva del Clarillo, con unas magnificas y extraordinarias manos en rojo.
En época íbero esta zona estuvo bajo el amparo
del gran centro ibérico de Toya (Peal de Becerro), donde se puede visitar su
Cámara Sepulcral. De esta época es también la necrópolis de las Quebradas.
Durante la dominación islámica de la península, que
por estas tierras duró lógicamente más que por en norte de Hispania, las
tierras de Cazorla y Segura estuvieron
pobladas de numerosas baluartes, alquerías y pequeñas poblaciones. En el
término municipal de Santiago-Pontones quedan huellas de recintos fortificados
entre los que destacan el Castillo de las Gorgolillas.
En el siglo XIII la comarca fue conquistada a los musulmanes por la Orden de Santiago,
concediéndoles el rey Alfonso X a sus moradores una serie de privilegios. El
ser frontera árabe-cristiana durante casi tres siglos, hizo que no se
desarrollase hasta la conquista de Granada a finales del siglo XV. Trescientos
años en los que hubo un fluido comercio entre ambos bandos, unas veces permitido
y otras perseguido, considerándolo las autoridades como contrabando, por lo que
los arrieros de aquella época que se dedicaban a esta actividad eran denunciados
como delincuentes y en ocasiones espías, por lo que se veían forzados a cobijarse
en las Sierras.
Pero fueron muchos años de ocupación sarracena, y
aun después, durante la expulsión de los moriscos de la península en 1609,
muchos de ellos para no ser desterrados
se refugiaron en estos valles de estas escarpadas sierras, donde su
cultura, el arraigo de sus costumbres y su religión aun perseguidas fue difícil
de erradicar. Se conoce el caso de Juan López González, de la población de Riopar
en plena sierra de Segura, fallecido en 1986,
que a escondidas de sus vecinos, como comentaba su hija Venerada:
Pero sigamos recorriendo parte de la historia de
estas tierras. En 1809 los vecinos de los pueblos de los alrededores serranos,
huyendo esta vez no del Cardenal Cisneros y su “Santa Inquisición”, si no de
las huestes de los ejércitos franceses de Napoleón que habían invadido esta
maltratada piel de toro, sembrando la desolación y la muerte por toda la
geografía española. Utilizan nuevamente las navas, los valles y los lugares mas
recónditos de estas serranías para refugiarse de las travesuras gabachas, como
la destrucción y quema de la iglesia de Santa María en Cazorla, el saqueo de la
vecina población de La Iruela, con la destrucción y quema de su Basílica de
Santo Domingo de Silos, pasando a cuchillo o cruelmente fusilados a cuantos
lugareños sorprendían con las armas en la mano o la ocupación en 1810 de Segura
de la Sierra, arrasando su castillo y dando muerte a muchos de sus vecinos.
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