La ardilla roja (Sciurus vulgaris), o simplemente ardilla común, es una especie de roedor esciuromorfo de la familia Sciuridae. Es una de las ardillas más extendidas por los bosques de Europa.
Su cuerpo mide entre 20 y 30 cm y su cola entre 15 y 25 cm. Pesa de 250 a 340 g Su pelaje es de color rojizo. Cuando llega el invierno aparecen unos penachos de pelos en las orejas. En sus patas anteriores o manos tiene cuatro dedos mientras que en las posteriores tiene cinco. No presentan dimorfismo sexual
Es habitante habitual de los bosques de coníferas, aunque también está presente en otras formaciones arbóreas. Desarrolla su actividad durante el día buscando y consumiendo frutos, semillas, cortezas e incluso insectos, huevos y aves. No hiberna sino que se mantiene activa consumiendo lo que ha ido almacenando en el suelo y en diferentes oquedades de los árboles y las rocas. Desarrolla su actividad en los árboles aunque no duda en bajar de ellos para recoger alimento. También nada con soltura
El periodo reproductivo ocurre a fines del invierno, y en verano. Una hembra tiene dos camadas por año, usualmente con tres o cuatro cachorros, excepcionalmente seis. La gestación dura 38-39 días. Nacen desvalidos, ciegos, sordos, pesando 10-15 g; su cuerpo se cubre de pelo a los 21 días, ojos y orejas abren después de 3-4 semanas, desarrollan su dentadura a los 42 días. Comienzan a comer sólido a los 40 días, y el destete a las 8-10 semanas.
Los machos detectan las hembras por su olor, y aunque no hay cortejo, y múltiples machos avanzan a una sola hembra fértil, finalmente el macho dominante, usualmente el más grande del grupo, se junta con ella. Machos y hembras se aparean múltiples veces con muchos compañeros. La hembra debe alcanzar un mínimo peso corporal antes de entrar al cortejo, y la hembra más pesada produce más crías. Si el alimento escasea, la preñez puede perderse. Típicamente, una hembra produce su primera camada al segundo año.
La esperanza de vida es en promedio de tres años, aunque puede llegar a 7, y 10 en cautiverio. La supervivencia está positivamente vinculada a la disponibilidad de semillas en otoño–invierno. El 75-85% de los jóvenes muere durante su primer invierno, y la mortalidad es aproximadamente de 50% para los inviernos subsiguientes
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